30 de septiembre de 2013

Los lunes recomendamos: el Coloso de Rodas

Es curioso cómo permanecen en el imaginario colectivo obras de las que no se conservan testimonios gráficos contemporáneos, ni siquiera descripciones fiables. De las siete maravillas del mundo antiguo sólo una, la pirámide de Keops, ha llegado a nuestros días. Otras cuatro son construcciones que, aunque perdidas, son más o menos concebibles, están razonablemente bien descritas. Otra construcción, los jardines colgantes de Babilonia, despierta gran controversia: nadie puede afirmar exactamente cómo eran esos jardines en altura, cómo funcionaba el sistema de irrigación... ni siquiera hay consenso acerca de su posible ubicación.

Pero hay una maravilla que nos llama especialmente la atención, el Coloso de Rodas. El primer testimonio que ilustra la posición de esta estatua en el puerto es del grabador holandés del XVI Marteen van Heemskerck, aunque si vemos cómo este autor representó la Gran Pirámide nos asaltan terribles dudas acerca de la verosimilitud de la imagen.



La vista del coloso de van Heemskerck es ésta:



Poco después Crispijn de Passe II, otro grabador holandés, representó al coloso basándose evidentemente en el trabajo de van Heemskerck.



LLama la atención cómo imaginaban la escultura; parece un gigante de carne y hueso cuando sabemos que era de bronce, hueca, con una estructura interna de hierro... que el comerciante judío de Edessa que compró a los árabes el bronce tras el saqueo de la isla en siglo VII necesitó 900 camellos para transportarlo. Vamos, que estos artistas holandeses conocían la técnica con la que fue construida la estatua (porque se sigue practicando hoy en día, por ejemplo en Jaume Espí escultura) y suficientes detalles como para dudar de la tradición que la representa con un pie en cada extremo de los muelles del puerto. 

Hablando de pies, fijáos en este detalle del grabado:




Como podéis ver el pie de la imagen parece tener alrededor de un metro de altura, pero si hacemos caso a Plinio el Viejo el coloso medía unos treinta metros, con lo que el pie debería ser mucho mayor.


Cada vez que entro en el taller de Jaume Espí no puedo dejar de pensar en todo esto.







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